Como si un rayo me cayera en la cabeza o me tomarían una foto con un flash muy intenso, me quedo ciego, como en el libro de Saramago, Ensayo sobre la Ceguera, no veo nada, solo blanco, como leche. Pero esta no es la peor parte, pasada una media hora regresan mis ojos que se habían derretido, como conos, donde todo parece estar en un tunel, todo se ve lejos, y alrededor de las cosas hay una especie de monstruo brillante (que médicamente se conoce como "aura") de miles de colores (pensar en eso me da naúseas) que no me deja reconocer los objetos, y sí, vomito. Vomito miles de monstruitos, que saben amargo, lo cual es muy contradictorio si son de colores tan brillantes como esos caramelos medios ácidos, medios dulces.
Cuando mi sistema ha dejado de producir suficientes bolitas multicolores, y parece que todo vuelve a la "normalidad", hay un período de alivio, no muy largo, de unos 2 ó 3 minutos, hasta que desearía no vivir nunca más. La ceja comienza a dormirse, como si me pusieran una inyección de esas que son demasiado espesas y baja todo el medicamento (generalmente en el lado derecho de mi cara) hacia el ojo, por la mejilla, a los labios, al cuello y ahí se detiene. Son punzadas continuas con ciclos muy cortos, intermitentes, como el ruido de un cromatograma (como picos muy chiquitos que son casi invisibles que se convierten en un dolor constante), donde parece que todo lo que hay dentro de mi cabeza (y no me refiero a los pensamientos, sino a los fluidos, la sangre, el cerebro, los tejidos) quiere salir, pero cómo podría si la mayoría fue vomitado previamente. Si me podría ver en un espejo juraría que mi ojo se ha salido ligeramente, y se notaría la diferencia con el otro, y que mi cráneo se ha expandido de una forma inusual en el lado derecho.
Nada puede evitarlo, por más cosas que me tome previo al "ataque", solo puedo evadirlo, durmiendo, pero es igual de doloroso intentar dormir y no poder hacerlo en medio de tanto display de colores, dolores, sabores, falta de vista, llanto.
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