martes, 14 de septiembre de 2010

extrañaciones

Mientras camino hacia la casa por el lado derecho de la avenida occidental (vista de sur a norte), siento que mi antebrazo izquierdo comienza a hacer cierta efervescencia desde adentro, no me pica, solo siento burbujas, un ligero hormigueo. Meto la mano en el bolsillo, enciendo un tabaco, creo que sólo son estupideces, las mismas de siempre. No. Con la mano derecha sostengo el cigarrillo, la izquierda está en el bolsillo, saco unos pedacitos de papel higiénico que está hecho pelusas, las que quedan cuando se lava la ropa y no has revisado los bolsillos. Me olvido de esa especie de antebrazo amortiguado. Pienso en que últimamente he dejado de hacer cosas que me gustaban hacer, que mi vida se ha transformado, digamos que, mágicamente. No me siento muy "yo". Solo pensando esto, el tabaco se acaba y ahora tengo las dos manos en los bolsillos, y me sudan mucho. Y vuelve la sensación extraña del antebrazo. Una de las cosas que he dejado de hacer es cortarme, no porque siento que mi vida ha cambiado, sino porque decidí dejar de hacerlo. Ahora, pienso... ¿Es esto un síntoma de que estoy dejando las pastillas? Es rápido, se me viene eso a la mente instantáneamente, y se va así de igual. Y me pongo poético. ¿Por qué me estoy prohibiendo estas cosas? Mi cuerpo realmente me pide que lo gaste, ¿no está hecho el cuerpo para eso, para ser gastado, usado?, ¿no es un vehículo para llegar a algo, supuestamente, más importante que lo material, que lo tangible? Es como si mi sangre quisiera salir, estoy hirviendo por dentro, necesito expulsar todo. No basta que sude, que me corra, que sangre de vez en cuando por la nariz, que me salgan mocos, cera, mierda, orina, dióxido de carbono, son cosas que pasan sin que las busque, sin que las provoque (no me tomo laxantes, ni diuréticos), pero cortarse tiene casi nada de significado como todas las funciones vitales en las que se expulsan fluidos. Claro, porque cuando cago a nadie le afecta, pero cuando "me corto" es como si el mundo estuviera por acabarse, como si fuera un "llamado de auxilio", como si murieran muchos perritos chiquitos porque alguien quiere hacerse un abrigo con ellos. Cortarse. Me tropiezo con un alambre, regreso a la realidad y pienso que hacerse el interesante y peor todavía, el poético, sobre la sangre, el cuerpo, los bisturíes y cualquier cosa en general es completamente estúpido, y que todo esto debe ser por las pastillas, pero sigo seducido por cortarme una vez. He caminado demasiado lento y ya casi está por oscurecer. Tal vez me corte en la casa. Tal vez me olvide completamente de esto. En este punto ya no me interesa. Tengo sed.

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